Estudié Arquitectura durante cuatro años. En ese tiempo, vi de cerca cómo el talento y la pasión no siempre se traducen en estabilidad o crecimiento. Muchos estudios vivían al día, dependiendo de los referidos, sin saber cuándo llegaría el próximo proyecto.
Cuando dejé la carrera, decidí entender el porqué. Me metí de lleno en el marketing, especializándome en la generación de leads. Corrí campañas publicitarias para distintos negocios, pero siempre sentía que algo me faltaba: ninguno me resultaba tan familiar como el mundo que había dejado atrás.
Fue entonces cuando conecté los puntos: el problema que enfrentan los arquitectos no es la falta de talento, sino la falta de un sistema que transforme ese talento en demanda constante.
Hoy dedico mi trabajo a ayudar a arquitectos y estudios a construir ese sistema.
No desde la teoría, sino desde la comprensión real de lo que se siente estar ahí — con la incertidumbre, la pasión y las ganas de crecer, pero sin un proceso que lo sostenga.